Lo recuerdo muy bien, fue un viernes de verano 28 de agosto de 1999, mi esposa embarazada tenía una cita con el ginecólogo en Chula Vista. Días antes se sentía hinchada, se le veía en las piernas y los tobillos, también había subido algo de peso. Esa cita no la pude acompañar, fue mi suegra con ella.
Estaba en mi trabajo esa tarde, ya había salido y estaba “cotorreando” con mis compañeros, en eso que recibo una llamada de mi suegra, aunque se oía tranquila se le notaba la preocupación en la voz, me dijo que tenía que ir al hospital, que mi esposa se tuvo que quedar, me repetía una y otra vez que todo estaba bien, pero yo sabía que no.
Traté de calmarme durante la manejada de 1 hora a Chula Vista, es difícil cuando no sabes que está pasando, piensas lo peor y esperas lo mejor. Por fin llegué al hospital Scripps y me encontré con mi suegra, ya me dijo que tuvieron que hospitalizarla porque la presión la tenía muy alta y peligraba la vida del bebé, sino podían bajarla iban a tener que hacer una cesárea de urgencia.
Por fin pude a ver a mi esposa en su cuarto, conectada con tubos y lleno de aparatos, trataba de sonreír pero estaba muy angustiada, eso no ayudaba para bajar la presión. Las horas pasaban y la presión no bajaba, el doctor tomó la decisión y le inyectaron algo para que los pulmones de mi hijo se desarrollaran, iban a operar.
Me dieron un folleto para explicarme que es la pre-eclampsia.
Como pude hablé con mi mamá en la madrugada, sentí que todo era como un sueño, se veía todo difuso y lento. Seis de la mañana, le inyectaron en la raquea a mi esposa, lloraba del dolor. Me preguntaron si quería estar en la cesárea, dije que sí y me dieron la ropa que se ponen los cirujanos. En la sala de operación mi esposa estaba consciente y me apretaba la mano, tenía un aliento muy fuerte, creo que era la anestesia, una lágrima salió de sus ojos.
Me tranquilicé un poco al ver a los doctores serenos y trabajando eficientemente cortando cada capa de piel del vientre, hasta reían de vez en cuando. Por fin sacaron a mi hijo, se veía muy chiquito y delgado, pero largo, después de unos segundos lanzó un llanto y pudimos respirar. Mi esposa y yo no lo podíamos creer, nació de 7 meses.
Me sacaron del cuarto de operaciones y unos minutos después me trajeron unos papeles para firmar para autorizar su traslado al hospital de UCSD donde cuidan a los pre-maturos, aunque los pueden cuidar en Scripps, el doctor determinó que había alto riesgo por lo que tenía que ser trasladado. Ahí vamos mi mamá y hermana detrás de la ambulancia, rezando.
Ese día ya no pude ver al bebé, hasta el día siguiente, alguien le tomó una foto Polaroid a mi hijo saliendo del hospital, se le veía un hoyo en el pecho, pero tenía una expresión de que ¡estoy aquí, estoy vivo! Pesaba un kilo.
Después fueron 2 meses angustiosos entre hospitales y cuentas estratosféricas. Gracias al apoyo de la familia y amigos pudimos salir adelante y ahora tenemos un hijo fuerte y guapo que está en 5to. Semestre de la universidad.
Me recuerda a fotos que tienen en los pasillos del hospital de UCSD con el niño prematuro y luego grande, esas fotos nos dieron esperanza. Mi hijo es un triunfo de la vida, te quiero mucho Luis Eduardo.
La preclamsia es la causante de que los embarazos no lleguen a feliz termino. Luis Eduardo es uno de los milagros de la ciencia y de Dios.