Las relaciones humanas generan vínculos muy fuertes, sobre todo si se alimentan día con día. Damos y a cambio recibimos. Pero hay relaciones donde no existe esa reciprocidad, a cambio de amor se recibe indiferencia hasta desprecio. Cuando uno ve eso desde afuera, piensa: ¿por qué simplemente no acabas esa relación, por qué no te vas? Ojalá fuera tan sencillo.
Muchas veces ese desamor se se mezcla con chispazos de cariño, o en caso de familia, con amor a los hijos. La estabilidad económica, la sociedad y otros factores hacen que las relaciones sigan unidas, entrando en una especie de farsa donde se simula el respeto, pero no hace más que dar permiso para que a escondidas se fomente el odio.
Me sorprende a veces la elasticidad de la condición humana, hay personas que pueden cambiar y otras que se mantienen contra viento y marea, para bien o para mal. Somos muy propensos a creer en las personas por lo que dicen, así que muchas relaciones solo se mantienen por promesas. Y luego, hay casos donde alguien que cayó hasta el fondo se levanta y es otra persona, elevándose.
Tenemos que pensar ¿qué tanto del comportamiento de la otra persona es un reflejo o una reacción hacia mi? Es decir, ¿qué tanto tengo la culpa de que hayan problemas? Es muy fácil encontrar los defectos de los demás, los nuestros no se reconocen, se justifican. Preguntémonos, ¿mis decisiones están encaminadas a mejorar la relación o a perpetuar la condición de víctima? ¿Realmente quiero a la persona? ¿Me quiero a mi mismo?
Cuando te detienes en el camino y miras a tu alrededor las condiciones en que estás, son 100% producto de tus decisiones, por lo tanto el camino que viene solo depende de ti. Solo hay dos sendas en la relación: continuar o terminar, pero quizás esa decisión tan sencilla no es el momento de tomarla, hay que revisar y preparar.
Cuando hablo de dejar ir, no hablo de la otra persona, hablo de los miedos, prejuicios y la carga emocional que tenemos y que complican nuestro comportamiento, el amor no existe sin libertad. Lo que no se puede dejar ir es la historia o las consecuencias de los actos, pero lo inevitable es. Incluso de las ruinas se puede construir un castillo.
Cuando la claridad llegue, la decisión se debe tomar con férrea determinación y asumir las consecuencias. Nada es fácil. El control de sí mismo es lo que hará la diferencia y el resultado será invariablemente la felicidad.