¿Funcionan los detectores de mentiras?

Seguramente has visto en películas o series de televisión cómo se usa un aparato llamado detector de mentiras para interrogar a sospechosos de algún crimen o a testigos de un juicio. El detector de mentiras, también conocido como polígrafo, es un dispositivo que mide las respuestas fisiológicas de una persona, como el ritmo cardíaco, la presión arterial, la respiración y la conductancia eléctrica de la piel, mientras se le hacen preguntas. La idea es que estas respuestas varían según el estado emocional de la persona, y que cuando miente se produce un cambio detectable por el polígrafo.

Pero, ¿qué tan confiable es este método? ¿Es posible engañar al detector de mentiras o, por el contrario, obtener falsos positivos? ¿Qué dice la ciencia al respecto?

La respuesta corta es que no, los detectores de mentiras no son infalibles ni científicamente válidos. De hecho, hay mucha controversia sobre su uso y su eficacia, tanto en el ámbito legal como en el psicológico. Veamos por qué.

En primer lugar, hay que tener en cuenta que no existe una señal fisiológica única y específica que indique que una persona está mintiendo. Las respuestas que mide el polígrafo pueden variar por muchas otras razones, como el estrés, la ansiedad, el miedo, la ira, la sorpresa, la incomodidad o incluso el aburrimiento. Estas emociones pueden estar presentes tanto en personas honestas como en mentirosas, y no necesariamente tienen que ver con las preguntas que se les hacen. Por ejemplo, una persona puede estar nerviosa por estar sometida a un interrogatorio, aunque diga la verdad, o puede estar tranquila porque ha ensayado bien su mentira o porque tiene poca conciencia moral.

En segundo lugar, hay que considerar que el resultado del polígrafo depende en gran medida de la interpretación del examinador, que es quien decide qué preguntas hacer, cómo formularlas y cómo evaluar las respuestas. Esto implica un alto grado de subjetividad y sesgo, que puede afectar la fiabilidad del método. Además, el examinador puede influir en la persona examinada con su lenguaje verbal y no verbal, o con sus expectativas previas sobre su culpabilidad o inocencia. Así, puede inducir respuestas emocionales que no se corresponden con la realidad.

En tercer lugar, hay que reconocer que existen técnicas para manipular el resultado del polígrafo, tanto para simular que se dice la verdad como para ocultar que se miente. Algunas de estas técnicas son físicas, como morderse la lengua, apretar los músculos o usar drogas para relajarse; otras son mentales, como pensar en algo agradable o desagradable, distraerse o contar mentalmente. Estas técnicas pueden alterar las respuestas fisiológicas y confundir al examinador.

Por todo esto, los detectores de mentiras no son una herramienta fiable ni científica para determinar si una persona dice la verdad o no. Su uso puede tener consecuencias negativas tanto para las personas inocentes que son acusadas injustamente como para las culpables que se salen con la suya. Por eso, muchos países y organismos internacionales han prohibido o limitado su uso en el ámbito judicial y laboral. La mejor forma de descubrir una mentira sigue siendo el análisis riguroso de las evidencias y el testimonio.

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