
En estos tiempos modernos que las redes sociales tienen tanto poder, un fenómeno ha surgido que me parece bastante preocupante, la cultura de la cancelación. Esto se refiere a la presión por parte del público a una entidad para que castigue o despida a una persona que hizo una publicación que consideran ofensiva, puede ser algo percibido como racista, machista o en prejuicio de un grupo. En papel esto no suena tan mal, las palabras tienen consecuencias y hay mensajes que sí dañan a las personas.
Considero que como hay un sistema judicial que supuestamente puede dirimir evidencias de ambas partes y conforme a derecho hacer un juicio y emitir un castigo, como sociedad aceptamos esa forma porque es lo más justo, el hecho de que haya corrupción e incompetencia en el sistema judicial ya es otra cosa.
Dejar que la multitud imparta “justicia” es muy peligroso porque rara vez se da oportunidad al “ofensor” a exponer sus argumentos y mucho menos a ofrecer disculpas o tratar de resarcir el daño. Lo que vemos en el internet es una versión a lo que sucede con los linchamientos, alguien acusa a un individuo y en ocasiones reciben brutales golpizas, hasta han quemado vivos, no son castigos proporcionales al delito y en ocasiones son inocentes.
La cultura de la cancelación son los linchamientos en línea, perpetuada por miles de “activistas de escritorio” con sed de justicia y que creen que tienen la estatura moral para condenar a cualquiera. Su fortaleza está en los números y como los algoritmos de las redes sociales piensan que lo popular es lo importante, le dan prioridad a sus campañas y por lo tanto hacen temblar a directivos, líderes políticos y cualquier persona con fama o poder.
Por ejemplo, recientemente corrieron a la actriz Gina Carano de la exitosa serie The Mandalorian por publicar un meme comparando el estado actual de persecución a republicanos con la Alemania nazi. En Twitter inmediatamente surgió el hashtag #FireGiraCarano, al otro día Disney cuidando su reputación de ser una empresa con “valores familiares” la despidió. Estés o no de acuerdo con los puntos de vista de Carano, lo que haga fuera del trabajo es su problema. Algo similar le pasó al director de las películas de Guardianes de la Galaxia James Gunn por hacer bromas de pedofilia en Twitter una década antes, solo que en caso de este director, regresará con Disney próximamente.
Uno pensaría que esto solo le pasa a gente famosa, la realidad es que le puede a pasar a cualquiera que haga hasta un chiste inapropiado o un comentario sin pensar, la multitud se te puede echar encima y no hay nadie quien la pare. Bill Maher que es un comediante que se puede considerar progresista hizo una brillante monólogo sobre la cultura de la cancelación, dice que el 80% de las personas lo rechazan pero al momento que hay que opinar, se van con la mayoría para no verse insensible.
Creo que la única forma de combatir la cultura de la cancelación es reforzar la libertad de expresión como un valor superior, incluso con los excesos, incluso con los daños que puede causar, mientras no trasgreda la ley o se ponga en riesgo la integridad física. Los legisladores también deberían de poner atención a leyes contra la discriminación por opiniones políticas, religiosas o de otra índole.
Se podría debatir que los activistas de escritorio también tiene derecho a tratar de linchar, claro que lo tienen, pueden intentar boicotear o condenar a quien quieran, pero hay que resistir sus campañas y si somos víctimas de la cultura de la cancelación, defendernos y mantenernos firmes.