La selección de jueces es un proceso fundamental en la estructura de cualquier sistema judicial y varía considerablemente de un país a otro. En el caso de Argentina, por ejemplo, la Constitución Nacional establece cómo se eligen los jueces de la Corte Suprema de Justicia de la Nación y otros jueces federales. Antes de la reforma constitucional de 1994, el Presidente tenía la facultad de elegir a los jueces federales, necesitando solo la aprobación del Senado en una sesión secreta. Sin embargo, tras la reforma, se introdujeron cambios significativos: para los jueces de la Corte, el Presidente los sigue eligiendo, pero la sesión del Senado es pública y se requiere una mayoría calificada de votos.
En México, el proceso es diferente. Se busca salvaguardar la autonomía de los jueces respecto de los poderes Ejecutivo y Legislativo y limitar la influencia de intereses particulares en la impartición de justicia. La selección de jueces a menudo implica concursos que evalúan conocimientos, experiencia y méritos profesionales. Recientemente, la Suprema Corte de Justicia de la Nación seleccionó a tres mujeres y tres hombres para ocupar dos vacantes en el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, enviando las ternas al Senado para que, con el voto de las dos terceras partes de los miembros presentes, se elijan un hombre y una mujer.
A nivel mundial, existen tres métodos principales para la selección de jueces: el nombramiento directo, a través de examen o la elección popular. Estos procesos varían según el nivel de las cortes, desde las más bajas hasta las más altas como la Suprema Corte.
El método de selección de jueces es un tema de gran importancia, ya que afecta directamente la calidad de la justicia impartida y la confianza del público en el sistema judicial. Es un reflejo de cómo una sociedad valora la imparcialidad y la independencia de su poder judicial.